La nueva ola de arte chino conocida como xinchao meishu 新潮美术 nace en los años ochenta. Los cambios radicales en la historia reciente que habían determinado la sociedad, la economía, la política y la cultura fueron cuestionados por los artistas del momento, que impulsaron una nueva corriente de reflexión y disidencia durante los años ochenta y noventa. La revisión del pasado maoísta, así como las reformas económicas lideradas por Deng Xiaoping fueron la pila alcalina de toda una generación que revolucionaría la expresión artística de la nación y su vida cultural. La identidad de una tradición milenaria y los estímulos derivados de la apertura económica y la influencia del panorama artístico occidental vieron nacer una escena en las artes plásticas y el arte experimental que muy pronto alcanzarían altas cotizaciones en el mercado internacional.
Me gustaría valorar aquí cómo la tradición china se transformó y formuló nuevos diálogos en la performance, la instalación artística y el arte experimental. En concreto hablaremos de la caligrafía en el arte contemporáneo chino, la columna vertebral del canon artístico.
A mitad de los ochenta, varios artistas proponen una nueva lectura y acercamiento a la escritura que derivará en la producción de algunas de las obras más interesantes del siglo XX. Esta reacción, consecuencia del formalismo imperante y de las tendencias clásicas de la caligrafía, dio paso una corriente más conceptualista, estética y surrealista.
Desde el nacimiento de la escritura china, los caracteres chinos tienen una dimensión lingüística y una dimensión artística. Dos campos que según la funcionalidad del discurso se alternan o se complementan. El origen pictográfico del chino aporta a este sistema de escritura un valor estético que trasciende la comunicación del mensaje y que ha evolucionado con independencia de la lengua escrita, creando así uno de los fundamentos de la experiencia estética china.
Nadie ha sabido expresar de modo tan explícito esta idea como el artista Xu Bing 徐冰, quien a finales de los ochenta presentó su obra más representativa, “A book from the sky” (tian shu, 天书), cuatro libros desplegados y abiertos colgando en rollos aparentemente escritos en “chino”. Estos más de cuatro mil caracteres que imitan la escritura tradicional china fueron inventados por el artista, un reto desafiante para un público que observaba una instalación con libros abiertos al estilo de las impresiones tradicionales de la dinastía Song y Ming con más de cuatro mil caracteres falsos.
Xu Bing. “The book from the sky” 1988
La escritura es un elemento troncal de la cultura e identidad chinas. De este modo, no es de extrañar que el arte de saber escribir sea uno de los patrones del canon artístico. Desde la antigüedad, la caligrafía (shufa书法) fue desarrollando diferentes estilos que se articularon a través de la influencia de la historia dinástica y de los avances técnicos. Una de las reformas de la escritura más drásticas de la historia reciente fue la que llevó a cabo Mao Zedong a partir de 1955 con la simplificación de los caracteres. La obra de Xu Bing está muy ligada a su propia experiencia en la controversia de adaptarse a esta nueva escritura.
Otros artistas de los ochenta como Wu Shanzhuan o Gu Wenda también advirtieron en la escritura un infinito campo de inspiración para transmitir sus ideas. La obra del primero se caracteriza por la influencia de la estética del día a día en la revolución cultural. Un período saturado de posters de gran tamaño en tinta roja, con un discurso pragmático que emplea los caracteres como agentes de transmisión ideológica. En el caso de Wu Shanzhuan 吴山專, además del impacto visual, destaca en su obra la descontextualización de los caracteres y el sinsentido de las frases.
Cuando se escribe en chino se atiende a unas reglas estrictas de las que destacan los tipos de trazos con formas determinadas, la dirección y el orden, el equilibrio y la composición, etc. Gu Wenda穀文達 rompe con estas normas y omite algunas de estas particularidades de la escritura china. Así, en sus obras las faltas de ortografía desproveen a los caracteres de significado y crean un nuevo contexto cultural en el que se “reduce” la caligrafía a una mera experiencia estética, aportando una visión de la caligrafía china más estética, literaria y quizá, espiritual.
Otros dos artistas que merece la pena mencionar en este artículo son Mónica Lin y Hu Qinwu quienes de manera similar recurren al arte de la caligrafía y a la tradición china para dotar de significado a sus obras y aportar una nueva lectura.
Monika Lin, “10.000”, 2012
Hu Qinwu, “Buddhist Volume No. 3” 201
Si bien es verdad que la caligrafía ha sido siempre un arte metódico y sistemático, donde la destreza se logra después de muchos años de estudio y práctica, cuando sale a relucir la espontaneidad del artista; desde los ochenta, el acto de la caligrafía, combinación perfecta de las tradiciones confuciana y taoísta, se ha quitado el corsé y se enfrenta a usos y lecturas muy diferentes y que día a día dan forma a uno de los escenarios más interesantes del arte internacional.