El concepto de desarrollo está en boga. En los últimos años han proliferado las organizaciones internacionales y agencias nacionales que tienen entre sus objetivos prioritarios el desarrollo de un área geográfica determinada o la consecución de metas relacionadas de alguna u otra manera con el desarrollo económico de los llamados – mal llamados, quizás – países del Tercer Mundo.
El Banco Mundial, el Fondo Monetario Interancional, la “Ronda de Doha” de la OMC, el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, etc, son algunas de las instituciones que han ido adquiriendo un papel cada vez más relevante en un momento en el que el discurso del desarrollo se emplea de forma amplísima en la agenda política.
El continente asiático se ha unido a la fiesta y con China a la cabeza, como no podría ser de otra manera, ha firmado en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín un Memorando de Entendimiento para la creación del AIIB, esto es, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Esta nueva organización internacional, además de fortalecer el soft power de China en la región, tendrá como función la financiación de grandes infraestructuras en los 21 países firmantes del acuerdo, la mayoría de los cuales se pueden considerar naciones “en vías de desarrollo”.
Singapur, Vietnam, Filipinas, Mongolia son algunos de los países participantes que podrán beneficiarse de la financiación blanda para emprender la construcción de grandes infraestructuras que sus gobiernos no pueden emprender en solitario. China e India, por su parte, dan un paso más en la satisfacción de sus pretensiones de ganar el peso internacional que las instituciones internacionales tradicionales parecen no acabar de concederles. En este sentido, no debemos olvidar que a mediados de julio de este mismo año, los famosos BRICS, entre los que se encuentra el país del centro, fundaban el New Development Bank (NDB), con el objetivo de equilibrar una balanza – la de los organismos multilaterales – que, hasta ahora, se inclinaba a favor de las potencias occidentales.
Parece que el american dream ha dado paso al chinese dream…
Continuará.
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